Es imprescindible que el/la adolescente tenga información certera en materia de sexualidad para que pueda vivirla saludablemente y sea capaz de determinar sus propios tiempos y gustos.
La
adolescencia es una etapa que tiene como constante el cambio. Es
compleja y diversa; no hay una sola manera de vivirla. Es importante
contar con ciertas nociones sobre la misma y saber cómo actuar en
consecuencia, para que sea fuente de crecimiento y aprendizaje tanto
para el adolescente como para quienes lo acompañan.
La
Organización Mundialdela Salud(O.M.S.), define la adolescencia como el
período comprendido entre los 10 y 19 años. La subdivide en varias
fases: la adolescencia temprana o puberal de los 10 a14 años, la
adolescencia media entre los 14 y 16 años y la adolescencia tardía a
partir de los 16 años. Cada una de ellas posee características propias
que implican cambios fisiológicos, anatómicos así como modificación en
el perfil psicológico y en la personalidad.
Según
la O.M.S “La sexualidad es un aspecto central del ser humano, presente a
lo largo de su vida. Abarca al sexo, las identidades y los papeles de
género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la
orientación sexual. Se vivencia y se expresa a través de pensamientos,
fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas,
papeles y relaciones interpersonales. La sexualidad puede incluir todas
estas dimensiones, no obstante, no todas ellas se vivencian o se
expresan siempre. La sexualidad está influida por la interacción de
factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos,
culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales.”
La
sexualidad saludable implica la capacidad de optar, de respetar la
intimidad, la privacidad y los tiempos -propios y de los demás. Es
fuente de comunicación de afectos, de sentimientos, de encuentros, nos
constituye como seres humanos.
¿Cómo acompañar a nuestros hijos en esta etapa evolutiva?
Se
debe comprender el concepto de diversidad: existe un enorme abanico
de posibilidades dentro de lo esperado para la etapa de la adolescencia.
Conocer esto genera tranquilidad en cuanto a las conductas “esperadas”
para la edad, así como también los modelos que la posmodernidad nos
impone. Es fundamental hacer énfasis en los sentimientos que experimenta
el adolescente y generar confianza para que tome conocimiento de su
cuerpo y emociones y poder construir desde lo auténtico y genuino,
respetándose y valorándose.
Hay
quienes piensen que hablar con el adolescente no es tarea fácil. Muchas
veces es cierto. El pasaje por la adolescencia implica, entre otros
aprendizajes, el logro de la independencia. Por lo tanto habrá un
distanciamiento del adolescente de las figuras paternas. Comienzan a
pensar de un modo más abstracto, van conformando su propia escala de
valores. Comienza el proceso de autoafirmación sobre sus propias
opiniones y actúan, por lo tanto, rebelándose contra el control paterno.
Hay que tener presente que todo lo que vive es parte del proceso
madurativo esperable. El oposicionismo del adolescente no es más que un
intento de reafirmar su nueva identidad. El aislamiento es una forma de
elaborar diferentes duelos por los que atraviesa: la pérdida del cuerpo
infantil, las nuevas sensaciones corporales y su correlato emocional, la
pérdida de los padres de la niñez, etc. Poder reflexionar sobre cómo
actuar con los hijos puede ayudar a repensar el vínculo hasta ahora
generado. Ser concientes del tiempo de escucha del que se dispone y del
lugar que se le da a sus opiniones, así sean diferentes a las propias,
ayuda a chequear la labor paterna.
Este
escenario también se ve atravesado por influencias exteriores. Los
medios masivos de comunicación bombardean permanentemente con
propuestas que distorsionan la realidad de los vínculos, las
identificaciones y los modos de relacionarse que van pautando la forma
de vivir la adolescencia. Las leyes de mercado imponen una especie de
modelo a seguir, con patrones hegemónicos que no siempre reflejan la
diversidad de ese público destinatario del mensaje. Dicho público
siempre presenta más variantes y posibilidades que las planteadas por el
prototipo instalado desde los medios – el cual no contempla aquellas
múltiples complejidades que nos interesa tener en cuenta- . Dentro de
dichos patrones, la cultura posmoderna en la cual nos encontramos
promueve entre otras cosas el poco compromiso, lo desechable, el consumo
por sobre el ahorro, lo fácil sobre el esfuerzo, la exterioridad
corporal y la imagen sobre el encuentro. También se fomenta una cultura “adolescéntrica” donde
los adultos tienden a parecerse a los adolescentes. Todos estos cambios
no hacen más que confundir los vínculos que los adolescentes mantienen
con sus padres ya que no existe la adultez como
modelo a seguir. Los referentes que el adolescente tiene (sus padres)
imitan la etapa en la que ellos buscan referentes. Vivimos una época
donde se toma a la imagen comolo verdadero sin
posibilidad de cuestionar su contenido. Se favorece lo visual sobre lo
inteligible, se privilegia el ver sin entender. Llevando esta fórmula al
plano de la sexualidad nos encontramos con un erotismo en abundancia,
invasivo y fragmentado que se impone ante la sexualidad saludable que
queremos para el adolescente. Frente a estos hechos, para construir una
sexualidad responsable se vuelve necesario favorecer una actitud
crítica, auténtica y saludable.
La
necesidad de saber del adolescente, lo lleva a refugiarse en el grupo
de pares, o a preguntar a adultos confiables (padres, tutores,
especialistas), obteniendo así de cada grupo la seguridad que necesita.
Es imprescindible que tenga información certera en materia de sexualidad
para que pueda vivirla saludablemente, siendo el/la adolescente quien
determine sus propios tiempos y gustos.
¿Cómo hablar sobre sexualidad?
Para
entablar una charla distendida pero comprometida sobre temas que
involucran la sexualidad el dialogo debe darse de forma natural,
espontánea, sin ser invasivos, respetando los tiempos de cada uno,
preguntando hasta donde vemos que nos van a contar pero sin que se
convierta en una exigencia la espera de una respuesta. Puede pasar que
la pregunta tome por sorpresa o no se sepa qué contestar en ese momento,
pero seguramente, si no se manifiesta presión y se muestra distensión y
naturalidad, al poco tiempo vendrá la respuesta. Si esto no ocurre en
una primera instancia, siempre existe la posibilidad de tocar el tema
nuevamente, una vez procesada y analizada la información que se manejó
en esa primera instancia. También se puede procurar asesoramiento en un
centro médico, para informarse acerca del tema y cómo tratarlo, donde
encontrará especialistas en la temática de la adolescencia y sexualidad
que sabrán escucharlo y guiarlo.
Es
importante saber identificar las señales de alarma. La adolescencia es
tiempo de experimentación, de prueba. A veces esa experimentación
incluye comportamientos arriesgados que hay que saber detectar: temas
relacionados con el alcohol, las drogas, tabaco o el sexo. Anticiparse a
conversar antes de que se exponga favorece las conductas responsables.
Hay otros comportamientos que, sin implicar riesgo alguno, pueden
molestar a los padres, como ser teñirse el cabello, la elección de un
vestuario algo extravagante, escuchar determinados estilos musicales,
etc. Lo importante es relativizar y ponerse firme con situaciones que
realmente pueden ocasionar daños y no hacer tanto hincapié en límites
por situaciones probablemente pasajeras. Pensemos que la necesidad de
sorprender es parte del acontecer adolescente.
Un tema que genera preocupación a los padres es el sexo casual o “touch´n go” que
tan buena prensa tiene en la actualidad y al que le cargan atributos
positivos de conquista y éxito, así como la edad de iniciación sexual
temprana. Es esencial tener presente que la edad de inicio debe ser una
decisión personal basada en el conocimiento y nunca deber ser tomada
como un imperativo. Esto hace necesario el conocimiento de las propias
necesidades y una buena educación para así ser capaz de gozar una
sexualidad plena, saludable y comprometida (consciente). Es fundamental
que la elección – tanto de la iniciación sexual así como del sexo casual
– se haga en base al deseo propio y no a modo de rito, como pasaje de
un estatus a otro donde estarán a salvo de las burlas y críticas de sus
pares. Para ello la confianza en uno mismo es pilar fundamental para
poder sostener sus decisiones.
Todos
estos cambios que van experimentando implican ir dejando atrás la
dependencia de los padres para ir logrando un mayor grado de autonomía.
Para lograr tal autonomía es necesario generar condiciones que habiliten
este proceso: escucha, comprensión, tolerancia, espacios de diálogo.
Dicho proceso, que comienza desde la infancia, implica acompañar al
adolescente, comprender sus necesidades, darles el lugar que precisan
al mismo tiempo que se especifican los límites. Poco a poco el
adolescente comienza a conocer sus derechos, sus necesidades y actuar en
consecuencia.
Lograr
la autonomía desde el campo de la sexualidad implica la capacidad de
negociar sexualmente con un otro desde un lugar de equidad. Para ello es
necesario conocer y dar sentido a las propias necesidades sexuales y
buscar formas propias de satisfacción, respetando y cuidando el propio
cuerpo así como las decisiones que se toman en consecuencia. La
capacidad y el poder para tomar decisiones en la vida sexual promueve
sujetos autónomos e integrales también en otras áreas. Es necesario
brindar al adolescente acceso a información calificada, servicios de
salud en el área sexual y reproductiva así como espacios confiables para
dialogar.
La
educación sexual es un gran aporte a la formación humana: ayuda a
conocer el cuerpo, a reflexionar sobre las emociones que surgen (que se
encuentran en íntima relación con los cambios físicos y psíquicos).
Favorece la diversidad, la aceptación de uno mismo y del otro en sus
legítimas diferencias para respetarnos y respetar los deseos del otro.
La
comprensión de las necesidades y vivencias de los adolescentes, así
como la educación en sexualidad es crucial tanto para padres como para
hijos, ya que favorece el diálogo y fortalece el vínculo familiar.
Cuanto más conozcan los adultos acerca de esta etapa y el adolescente
sobre los propios cambios que está atravesando será más factible que
logren disfrutar de una etapa de muchos cambios y aprendizajes.
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